Nuestra definición resumida es “Colectivo Estudiantil Antiespecista de Valencia” y realmente resume en pocas palabras los principios más esenciales de nuestra ideología, ámbito de actuación y forma de funcionar. Con “Estudiantil” nos referimos más bien a juventud que a estrictamente personas que estén estudiando algo. Consideramos a la juventud como un sujeto político, con su propia idiosincrasia y relaciones de poder con otros grupos. En general existe una jerarquía en la que quienes tienen más edad tienen más poder y merecen más respeto, justificada por la supuesta experiencia que se va adquiriendo con los años.
Esta jerarquía se aprecia día a día en las relaciones entre personas jóvenes con personas adultas, en las que las últimas nos tratan con condescendencia haciendo alarde de sus conocimientos sobre la vida (adultismo). Esto se acentúa más cuando hay una diferencia ideológica, especialmente cuando tenemos una postura más radical. La frase que más refleja esta actitud sería: “Yo a vuestra edad también era muy radical/antisistema, pero al final te haces mayor y espabilas”. Entendemos perfectamente que el sistema puede dificultar la lucha y usar el trabajo o la familia como grilletes, pero eso no significa que hayan dejado de haber motivos por los que luchar. En la mayoría de casos es el acomodamiento lo que causa la sumisión activa al sistema y el “espabilamiento”. Mientras espabilar sea aceptar el sistema sin tratar de cambiarlo o defenderse, nos negamos a espabilar.
El adultismo se ve en su máximo esplendor cuando este justifica una relación de control o dominación, como en la familia nuclear o las instituciones educativas. Está muy asumido quien manda en la familia y la escuela y quien tiene que callar y acatar sin derecho a pedir o dar explicaciones. Frases como “¡Por qué lo digo yo!” o “¡Ni peros ni hostias!” son demasiado comunes. Cuando se habla de dialogar “como personas adultas” se está empleando “adultas” como sinónimo de civilizadas o razonables… No parece muy acertada esta correspondencia entre adulta y razonable. Lo peor es que mientras se emplea este autoritarismo maquillado tras sabiduría y supuestas buenas intenciones, se critica desde arriba cualquier comportamiento agresivo o incívico. Eso de guiar por el ejemplo o ser coherentes… ya tal.
Más allá de las manifestaciones del adultismo que hemos mencionado, este no está limitado a imposiciones por parte de nuestras parientes, profesores o personas en general. Hay un adultismo institucional que también se ve en cada esquina, literalmente. El urbanismo jamás está pensado para acomodar las necesidades de las personas jóvenes, siempre dando prioridad a coches, terrazas de bares y demás negocios. Si uno se fija en los diseños de los parques generalmente se lleva la sensación de que han sido colocados para cubrir un cupo municipal y nunca pensados con atención para que sean divertidos, originales y fomenten una socialización sana y activa. También las leyes consideran que no estamos preparadas para ciertos derechos o responsabilidades hasta alcanzar la mayoría de edad, arbitrariamente fijada en los 18 años. En muchos paises el salario mínimo está escalonado por edad, permitiendo legalmente pagar salarios aún más bajos a las personas jóvenes. En los textos sobre espacios seguros y ocio alternativo se ven otros casos de adultismo, en este caso en torno al ocio del que disponemos las jóvenes.
En una encuesta organizada por la Children’s Rights Alliance for England se preguntó a 4060 jóvenes si habian recibido trato discriminatorio o injusto basado en diversas cuestiones. Un 43% dijo haber sufrido este rato debido a su edad, siendo este el motivo principal frente a un 27% por sexo, 11% etnia o 6% orientación sexual. Si bien es cierto que este dato ha de ser tratado con cuidado, ya que evidentemente hombres, personas blancas o heterosexuales es muy improbable que hayan sufrido discriminación por estas condiciones, nos deja claro que esta discriminación existe y la perciben quienes la sufren.
Al ser la juventud una etapa temporal y a menudo percibirse la juventud como un trámite, un paso más hacia la “vida real”, como si la vida tuviese una finalidad y esta se cumpliese en la etapa adulta de la vida, puede resultar complicada la organización. A menudo se nos da la organización desde arriba. Dos ejemplos serian los institutos de Juventud como el IVAJ, gestionado por burócratas de la Generalitat o el Sindicato de Estudiantes, que no está dirigido por estudiantes. Aunque esta temporalidad haga complicado crear colectivos juveniles autogestionados y horizontales estables, esta desventaja también puede ser un punto fuerte ya que obliga a los colectivos juveniles a renovarse y evitar personalismos o que individuos acumulen poder de facto al llevar más tiempo en el colectivo en cuestión. La estabilidad puede ser útil, pero así como el agua estancada se corrompe, un colectivo o movimiento puede ser severamente afectado si se depende en exceso en individuos concretos o si se crean relaciones de poder que impidan la adaptación y renovación.
Con respecto a esta temporalidad, quienes ahora somos jóvenes debemos ser conscientes de que nuestro paso por esta etapa de la vida se acabará en algún momento y pasaremos a pertenecer al grupo que nos ha despreciado. La cuestión no es aferrarse a la juventud eternamente, sino aceptar su paso y nunca olvidarla. También debemos tener cautela de no reproducir lo que criticamos hacia personas menores que nosotras, especialmente rechacemos el elitismo universitario hacia quienes aún no han llegado a ella. Por muy complicado y demandante que sea tu inhumano doctorado, eso no da derecho a menospreciar a quien “aún” está preparándose la selectividad o en etapas anteriores. Nadie merece una enhorabuena por haber nacido antes.
En no aferrarnos eternamente no queremos decir para nada dejar atrás actitudes consideradas infantiles como el juego, la curiosidad o el coraje. Simplemente dejar el espacio a la gente joven que venga detrás nuestro para que se organice y sea dueña de sus vidas. Precisamente que estas actitudes, que dudamos nadie puede negar que son positivas, se tachen de infantiles de una forma despectiva es otro ejemplo de esta cultura adulta que tenemos construida.
Para acabar, y en cierta manera a modo de resumen, queremos mandar un mensaje a las personas adultas que nos estén leyendo: Recordad vuestra juventud, recordad como os trató la gente de más edad y evitad eso. Seguid jugando, curioseando y lanzaos a la piscina más, ese “sentido común” tan cívico no hace más que cementar toda la basura del sistema. Podemos construir relaciones horizontales reconociendo que la edad no otorga superioridad. También es importante que se comprenda que la realidad de la juventud es diferente a la adulta y que además varia de generación a generación, mostrad interés en conocerla y no la ridiculicéis por el mero hecho de ser diferente a la vuestra. Somos diferentes (no inferiores ni superiores) y esto justifica los espacios solo para gente joven. Respetadlos y recordad que no queremos vuestro permiso, dirección o consejos proféticos.